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-cuidar su pronunciación y la mía.
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-debo ser expresiva, subrayando bien la entonación de las frases.
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-y no tengo que cansarme, tengo que repetir si noto que no ha comprendido mi mensaje, buscando otras palabras u otra forma de decírselo.
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-puedo ayudarle a entender mejor, señalándole los objetos o haciendo gestos naturales referidos al mensaje que le estoy dando.
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-debo aprender a escucharle, respetando su turno de palabra y pensar que se ha vuelto lento por tanto necesita más tiempo para contestarme.
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-debo hablarle con frases cortas, sencillas y ordenadas; más adelante las alargaré (según aumente su nivel de comprensión) sin prisas.
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-si no contesta a mis preguntas, le ayudaré facilitándole 2 ó 3 respuestas, pidiéndole que elija la que le parezca más adecuada.
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-mi actitud será positiva; juntos celebraremos sus aciertos, de la forma más gratificante para él.
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-le leeré en voz alta pequeños relatos adaptados.
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-si no puedo comunicarme con mi paciente y necesito hacerlo para cosas básicas (comida, malestares físicos, necesidades primordiales, petición de agua...); le haré un tablón con una cartulina, en ella pegaré dibujos (pan, agua, fruta, pañuelos, servicios...) y le enseñaré a que señale en ese tablón lo que me está pidiendo.
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