martes, 16 de octubre de 2012

DOTADA PARA LAS PALABRAS (capítulo VII - "678 monjas y un científico").

-Cuando las mujeres tenían alrededor de veinte años, justo antes de integrarse en la orden religiosa, habían escrito todas unas autobiografías que años más tarde permitirían un estudio del nivel lingüístico que las monjas habían alcanzado en su juventud. El autor del estudio de las monjas y otros colegas sospechaban que "la riqueza de vocabulario en la juventud identificaría a aquellas hermanas con habilidades cognitivas muy desarrolladas y cerebros bien comunicados. En etapas posteriores de la vida, las hermanas con una habilidad verbal más completa podrían presentar una mayor resistencia a la enfermadad de Alzheimer".

Con la colaboración de Susan Kemper, una psicolingüista especializada en las consecuencias del envejecimiento sobre la capacidad lingüistica, los investigadores utilizaron gran cantidad de herramientas para analizar el lenguaje, con el fin de decidir si las autobiografías reflejaban de alguna manera las capacidades cognitivas o lingüisticas de las mujeres del estudio.

Los investigadores estudiaron como primer indicador el empleo de palabras monosilábicas y multisilábicas . El segundo indicador de vocabulario medía la frecuencia de palabras poco comunes. Por último, Kemper sugirió que la mejor forma para valorar la habilidad lingüïstica en las autobiografías era medir la densidad de ideas (número de ideas individuales por cada diez palabras) y la complejidad gramatical (utilización de unidades gramaticales insertas en unidades mayores y uso de frases subordinadas).

Relata David Snowdon: "Kemper me explicó que la densidad de ideas refleja la capacidad de procesamiento lingüístico, que, a su vez, está relacionada con el nivel de educación, cultura general, vocabulario y comprensión lectora de una persona. La complejidad gramatical, por otro lado, se asocia con la capacidad funcional de la memoria. Para escribir una frase compleja, en opinión de Kemper, hay que hacer que entren en juego muchos elementos y reorganizarlos hasta que estén perfectamente coordinados".

Una vez que se analizaron las autobiografías, éstas se compararon con los resultados obtenidos en pruebas cognitivas (tests) que pretendían evaluar el estado mental de las monjas. Los resultados confirmaron que "el grupo de control sano era más propenso a utilizar palabras multisilábicas y poco comunes, lo que sugería que las mujeres sanas poseían un vocabulario más rico en su juventud y que quizá hubieran leído una selección de obras literarias en su infancia".

En segundo lugar, "el nivel de densidad de ideas de la autobiografías estaba  estrechamente ligado a los resultados de nuestras pruebas cognitivas. Un sorprendente 90% de las monjas aquejadas de la enfermedad de Alzheimer presentaba una densidad de ideas baja en sus autobiofrafías. descartamos la posibilidad de que ese hallazgo reflejara el nivel de estudios o profesión, ya que 85 de las 93 hermanas cuyas autobiografías analizamos tenían estudios universitarios y trabajaban como profesoras".

Jim Morimer había barajado la hipótesis de que la estimulación intelectual a lo largo de toda la vida adulta pudiera ser la clave para mantener en buen estado los cerebros en proceso de envejecimiento y evitar el alzheimer, lo cual reforzaba su teoría de reserva cerebral.

Susan Kemper explicó  que la densidad de ideas depende de dos importantes habilidades adquiridas: el vocabulario y la comprensión lectora. Y la mejor manera de aumentar el vocabulario y la comprensión lectora es empezar a una edad temprana leyendo a los hijos.

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- el resumen de este capítulo está inspirado en el trabajo realizado por el Club de Amigos de la Unesco de Madrid, sobre el libro "678 monjas y un científico", en el aula de debate científico Faustino Cordón-